Meditaciones peregrinas de una visita memorable a Rwanda

Meditaciones peregrinas de una visita memorable a Rwanda


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Escribo estas notas en mi viaje de regreso a Roma. Hemos empezado la travesía que nos llevará a la Ciudad Eterna. Sobrevolaremos el centro-este de África, casi que siguiendo la ruta del Nilo, después el Sahara, más allá el Mediterráneo, y finalmente Roma. Imposible no imaginar los rostros de tantas personas que habitan esta África maravillosa, un tanto oculta a los ojos del mundo, desconocida por muchos, ignorada por otros tantos, llena de vida y juventud en búsqueda de oportunidades, pujante y rica; también con una pobreza insufrible, muerte y exclusión, pérdida de sentido, deseos de migrar…

Imposible no pensar en las hordas de jóvenes, mujeres, niños, hombres que se embarcan en una aventura que los lleve a tierras más promisorias. Muchos atraviesan el desierto, otros se arriesgan en pateras para llegar a Europa, otros muchos, sin haber podido entender cómo arriban a las costas de Brasil, suben el Amazonas, llegan a la frontera entre Ecuador y Colombia, van hasta el Darién con la ilusión de cruzar Centroamérica y llegar a los Estados Unidos. Al parecer, esta ruta ya no entusiasma por las políticas antimigratorias que se implementan en el Norte.

Se sabe que en estas travesías muchos mueren en el camino: se ahogan en el mar, desfallecen de sed en el desierto, las enfermedades los doblegan, las mujeres son violadas, los niños expuestos a los peligros del camino, los estafadores y traficantes de personas viven al acecho de la oportunidad, … finalmente algunos coronan, otros muchos quedaron como anónimos en el camino. Y ahora, se dice, empiezan a regresar o a afincarse en algún lugar remoto de la travesía de vuelta sin más haberes que su tesón, su amor a la vida, y la búsqueda de alguna oportunidad…

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viaje Rwanda hno carlos gomez

Terminé una semana maravillosa en Rwanda que me permitió visitar a mis Hermanos y nuestra misión en este país mágico y sorprendente. Pude conocer algunos lugares de este país de las “mil colinas” tales como Kigaly, Byumba, Kirenge. La vida bulle, la juventud de su gente es la característica, así como la multitud de rostros infantiles que sonríen, miran con confianza, viven con alegría. Y todo esto, rodeado de verde que, como decía Aurelio Arturo de las tierras de Colombia, “donde se ve el verde de todos los colores”. Impresiona el colorido de los vestidos de las mujeres que resaltan su belleza con largos trajes empollerados y golas, y tocados de trenzas geométricamente peinadas.

Me sorprendió un hecho que llama la atención inmediatamente se llega y que, creo, dice mucho: el aseo de la ciudad, de los barrios, de los pueblos: todo limpio, ni una botella de plástico, ni un papel en las calles. No solamente me hace recordar que los espacios educan, sino que revela también una actitud interior de limpieza… Caso único en África que se ahoga entre las botellas de plástico y las bolsas de listas blanco-azules. Hace unas semanas estuve en Nigeria. Lagos, la inmensa y vibrante capital, es impotente al igual que Addis Abeba y otras cuantas de las grandes metrópolis africanas que no han podido contra esta invasión depredadora.

La alegría, pujanza, y sonrisa de la gente del pueblo ruandés me cautivaron. Hay muchas lecciones por aprender. No puedo dejar de preguntarme cómo después de la barbarie vivida, hoy son un pueblo reconciliado, unido, cálido, seguro, aparentemente tranquilo; se puede caminar desprevenidamente por las ciudades, la gente saluda con una sonrisa dulce, se hacen entender en su lengua nacional –Kinyarwanda,– pero también en francés y muchos en inglés. De hecho, hace unos años se “cambió la lengua francesa por la inglesa”, la que se enseña hoy en los programas oficiales de la educación primaria y secundaria. Imposible dejar de pensar que puede haber una intencionalidad política detrás de la decisión…. Una especie de protesta por el papel que Bélgica y la misma Francia jugaron en la historia y, de manera particular, en los tiempos del genocidio.

No es mi objetivo al escribir estas líneas juzgar este papel. Me limito a hacer eco de lo que escuché varias veces y, además, se cuenta en el Centro de la Memoria del Genocidio. También lo dicen numerosos autores que han investigado el tema y que he podido leer. Se cuenta que los belgas en la época colonial empoderaron a un grupo, los Hutus, al tiempo que marginaron a la minoría Tutsi que había reinado durante muchos años; no existía odio entre ellos y convivieron pacíficamente durante siglos. Los unos más dedicados a la ganadería, los otros a la agricultura. Se generaron así dos grupos que se convirtieron en enemigos por el azuzamiento persistente de muchos años. Las fotos que se ven sobre la época colonial ilustran cómo se llegó a medir tamaño de la nariz para clasificar a las personas según su “etnia” de procedencia, lo que empezó a ser parte del carnet de identidad. Poco a poco se fue incubando el odio racial que desembocó en la barbarie que fue in crescendo desde los años 60 hasta llegar a su punto de inflexión en abril de 1994.

Con los colonizadores llegaron también los misioneros; la mayoría dedicados, generosos, comprometidos; otros se alinearon con las aspiraciones de los colonizadores. Bélgica —se dice con franqueza— tiene una responsabilidad enorme porque creó una división que nunca existió en el país: la diferenciación étnica entre Hutus y Tutsis.

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El genocidio de Rwanda se dio bajo la mira indiferente de la comunidad internacional que sabía lo que estaba pasando y no hizo lo suficiente para detener la barbarie. El resultado: tres millones de víctimas, casi un millón de muertos en un país que para la época tenía 7,5 millones de habitantes y dos millones de desplazados, además de familias rotas, niños huérfanos, viudas, mártires, y sangre que clama el Cielo. Todo ocurrió en 100 días, con un promedio de entre 8.000 y 10.000 muertos diariamente.

Los Medios de comunicación locales jugaron un papel crucial y fatal en el azuzamiento del genocidio. Hassam Gneze y Ferdinand Nahiman fueron algunos de los “cruzados” que avivaron el fuego del odio e invitaron a la destrucción de los Tutsis. Pasaron a la historia como responsables de cientos de miles de vidas que se perdieron por su palabra envenenada y su irresponsable manejo de los Medios que atizaron la hoguera.

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También duele el papel de la Iglesia; no solo durante el genocidio sino desde mucho tiempo antes cuando se empezó a preparar. Hubo curas que abrieron las iglesias para supuestamente proteger a los Tutsis (y Hutus moderados) y después las abrieron a los Hutus radicales para que acabaran con ellos dentro de los templos. Hubo un par de monjas que apoyaron las masacres, después fueron juzgadas en una corte internacional; una de ellas, se cuenta, hermana de un combatiente furibundo enemigo de los Tutsis, ayudó a rociar gasolina con la que quemaron a 700 personas que se habían refugiado en el convento.

Obvio que también hubo gente heroica que arriesgó su vida para salvar a los Tutsis del genocidio. Un par de obispos fueron asesinados y también otros muchos sacerdotes y religiosos arriesgaron su vida, abrieron sus conventos, protegieron a los Tutsis y Hutus moderados a riesgo de su propia vida, y heroicamente se pusieron del lado de los débiles. Los Hermanos Maristas cuentan varios mártires en esos oscuros días. En fin, las luces y las sombras por doquier.

viaje Rwanda hno carlos gomez 3La Comunidad internacional por esos tiempos estaba concentrada fundamentalmente en el conflicto de los Balcanes después de la atomización de Yugoslavia. Rwanda parecía entonces un caso marginal. Obvio, África estaba lejos… muy lejos… No importaba mucho. Aunque era patético que todo conducía a una barbarie, las Naciones Unidas no encontraron eco para que los países se comprometieran con Rwanda. El militar francés, General Dallaire, hizo llamados angustiantes al Jefe de Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU, Kofi Annan, lo mismo que a Butros-Ghali, Secretario General, sin encontrar respuesta. Conocedor, Dallaire, de la realidad, preveía lo que venía, lo discutió con el Secretario General, le rogó que enviaran tropas para hacer frente a la hecatombe que se avecinaba… No fue escuchado.

Claro, después llegarían los lamentos cuando un número cercano al millón de personas fueron cruelmente asesinados; otros, muchos, muchísimos, lograron huir a los países vecinos: El Congo, Uganda, Burundi….Pero los más fueron masacrados en una barbarie indescriptible. El arma “favorita” fue el machete con el que abrían el vientre de las mujeres embarazadas, rompían el cráneo de personas inermes, masacraban niños sacándoles las vísceras…. Lo más salvaje de los instintos humanos se hizo explícito en los aciagos días de abril de 1994.

En los años 90 yo era un joven Hermano interesado en los temas sociales de mi país, aunque también me intrigaban los conflictos de otros lugares del mundo. Seguía las noticias diarias y me impresionaba cómo se comunicaba la barbarie. Me dolía, aunque entonces ni siquiera pensaba que algún día podría estar en África. Rwanda quedaba lejos, muy lejos, y no dejaba de ser una noticia que se leía con escalofríos pero poco tocaba el corazón. Nos preocupaba la suerte de dos Hermanos colombianos que eran misioneros allí. Ellos escaparon con muchos otros ruandeses que encontraron asilo en los países vecinos.

No obstante, me afligían las cifras y lo que se contaba en la radio y en la televisión. Me impresionaron muchísimo los pocos videos que mostraban los noticieros y los comentarios. Imaginé que algún día podría, acaso, conocer un poco más de ese país misterioso que dibujé en los mapas que entonces nos ponían de tarea en el colegio. África para mí era una realidad extraña, lejana, no me pasó por la cabeza que podría visitarla y mucho menos que viviría por algún tiempo inolvidable y que me haría soñar, descubrirla y amarla.  

Supe hace unos años que se había creado un lugar para recordar el Genocidio. Imaginé que quizás podría conocer el Centro de Memoria Histórica y dedicar tiempo a encontrar pistas e inspiraciones para entender y ayudar en otros lugares donde los conflictos están a flor de piel y nuestra misión educativa propende a ser un factor de creación de oportunidades, así como un lugar de reconciliación y sentido.

Obvio, en el fondo del alma siempre aparece Colombia, donde también los muertos y las víctimas se cuentan por montón, y donde nuestros odios viscerales, la exclusión y la barbarie siguen haciendo mella, acrecentando divisiones, produciendo víctimas, y arrasando sueños y futuro. Nos cuesta más el perdón que la guerra, los intereses personales que el bien común, las solidaridades sectarias que la búsqueda de la verdad, los anclajes y miserias del pasado que los sueños de los niños y los jóvenes.

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viaje Rwanda hno carlos gomez 4El día llegó y, sí, puedo decir que me había preparado para visitarlo. Aprendí de niño que “uno solo ve lo que conoce”; había leído libros y artículos de la historia de Rwanda, revisé noticias, escuché a personas que habían estado cerca de los acontecimientos... Claro, me preparé, pero el impacto fue muy duro, mucho más de lo que me pude imaginar. Reviví lo que experimenté cuando conocí el Memorial del Holocausto. Es imposible no sentirse herido como parte de la humanidad al conocer estos lugares. ¿Cuándo podremos decir alguna vez y para siempre ¡Basta ya!? Hoy avanza otro Holocausto, el de los Palestinos en Gaza y ¿el mundo?...Ya veremos, mientras tanto… las veleidades y vanidades del poder parecen valer más que la vida.

Hoy las cosas en Rwanda parecen ir bien, aunque hay una especie de “dictadura blanda”. Se camina con tranquilidad en las calles, la gente sonríe, los niños abrazan, la gente lleva la vida con resignación y esperanza, no parecen exacerbados los ánimos étnicos, y la Iglesia hace una buena obra social en educación, salud, asistencia, y otros apostolados.

Paul Kagame, otrora comandante del Frente Patriótico Ruandés (FPR), tomó el poder poco después del genocidio en 2000 y ha gobernado con mano férrea el país por muchos años. Se duda de si es ciertamente una democracia, aunque la gente reconoce que ha sido fundamental para el crecimiento y la estabilidad del país. No es un hombre muy viejo, a sus 68 años ha sido reelecto varias veces. Se duda de la transparencia de las elecciones, pero tampoco se ven cuáles son los nuevos rostros que podrían gobernar.

La “economía del rebusque” se percibe con facilidad: los mototaxis, las bicicletas-taxi, las “bicicletas-zorras de carga” llaman la atención. Imposible describir la magia de llevar ocho inmensos racimos de plátano en una bicicleta que se empuja en subida en las bermas de carreteras angostas por un hombre que sonríe…. No obstante, no vi niños pidiendo limosna en las calles.

Pienso que los desafíos de la educación son enormes, tanto en Rwanda como en toda África. Lo que conozco, y es bastante, es una buena muestra de lo que Paulo Freire llamó “la educación bancaria”. Creo que la brillantez de los niños y jóvenes africanos merece algo distinto. Una educación que permita soñar, crear, cuestionar, buscar soluciones y, sobre todo, que responda a una idea de desarrollo incluyente, generador de posibilidades, que permita construir un Continente más justo, democrático, superar la pobreza que es insufrible, incluir a las niñas y las mujeres porque son el motor de la vida, aunque siempre sutiles y en segundo plano. África aún es patriarcal y en buena parte “tribal”, pero las mujeres son quienes mantienen viva la esperanza y la vida.

La Iglesia –que hace una presencia extraordinaria en el Continente– tiene que reimaginar la educación y hacer partícipes a los niños y jóvenes africanos de la revolución educativa que se vive en muchos lugares del mundo. Indudablemente, la mayoría de los servicios sociales, el cuidado de la familia y la salud, la promoción de la mujer tienen en las religiosas un baluarte irremplazable. Si los servicios sociales que provee la Iglesia no existieran, el hambre, la pobreza y la exclusión serían exponenciales.  

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viaje Rwanda hno carlos gomez 2En síntesis, Rwanda es un milagro, un canto a la vida que se impuso sobre la barbarie, que ha caminado por la reconciliación, y va encontrando caminos para el desarrollo y el bien-estar. Queda mucho por hacer, pero se avanza y lo logrado es mucho. La gente no olvida el Genocidio, pero se concentra más en el presente y el futuro.

Pienso en Colombia, mi país, que con muchas más posibilidades por sus recursos, su gente, sus condiciones económicas y geográficas, se sigue revolviendo y soasando en su propia bilis sin avanzar realmente en la reconciliación. Nos falta grandeza, nos sobra poquedad; carecemos de horizontes comunes, nos sobran anclas que paralizan; nos apresa el pasado, pareciera encantarnos la “fiesta del odio”, y nos cuesta construir puentes al tiempo que seguimos construyendo muros, sin lanzarnos de veras a construir el “país al alcance de los niños” como lo propusiera en su momento García Márquez.

El pasado no se puede cambiar, pero el futuro se puede construir; sí y solo si en el presente abonamos la siembra con reconciliación, grandeza de espíritu, y ponemos en el centro a los niños y jóvenes que no tienen por qué heredar nuestras mezquindades y miserias. ¡Que el buen Dios nos ayude!

Carlos G. Gómez-Restrepo, fsc

Agosto de 2025


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